miércoles, 14 de diciembre de 2011

~ The Only Hope For Me Is You ~ (Gerard Way Fanfic)

~ Capítulo 3: Una luz en la oscuridad ~

( N a r r a  M a c y )

 Papá y yo no hablamos en todo el trayecto, eso de conversar en el auto no se nos daba muy bien. Llegamos a casa y él se sentó en el sofá. Me miró expectante, como si la charla dependiera de mí. Me senté junto a él y fruncí los labios, lo hacía cada vez que me sentía culpable de una situación.
- Lo siento, lo siento mucho - susurré - Es que la muerte de mamá se me hizo muy dura... Me la agarré contigo y tú no tenías la culpa de lo que había sucedido. Sólo tengo dieciséis, me comporté como todo adolesente hace, como una inmadura.
- Yo soy el que debe disculparse. Que tú te comportes así es normal, pero yo tampoco actué mucho como padre en estas últimas semanas. Encima de todo organicé esta loca mudanza a Belleville sin siquiera consultarte lo que pensabas al respecto. Si pudiera volver a New York para hacerte feliz lo haría, pero ya tengo un trabajo aquí y no puedo renunciar.
- No, no quiero que nos volvamos a New York. Tal vez tengas razón, necesito respirar un aire nuevo. Hoy conocí a un chico maravilloso, es muy parecido a mí.
- ¿Ese tal Gerard? Se lo ve un poco raro, en especial con esa camiseta tan excéntrica que llevaba.
- Papá, es la misma que llevo yo.
- Lo lamento - dijo algo sorprendido - Es que a ti no se te ve tan... ¿diabólica?
- ¡Papá esto no es diabólico! - reí - Es sólo que ser demasiado fanático de Air Supply te afectó el cerebro - le dije mientras le revolvía el cabello.
- ¡Bien que te gusta Air Supply! ¡Te la das de rockerita pero escuchas varias canciones melódicas!
- ¡Pero prefiero mil veces a los Sex Pistols!
 Seguimos bromeando por el resto de la tarde. Al fin volvía a reinar la paz en casa. Ahora mi mayor preocupación era qué iba a hacer en la nueva escuela. Por suerte ya conocía a Gerard, pero seguramente iba a ser víctima de las burlas nuevamente. Al parecer la gente seguía siendo igual de estúpida aquí en New Jersey.
 Pasé todo el fin de semana acomodando cajas y limpiando la nueva casa con papá. Ya para el domingo a la noche teníamos casi todo ordenado. Yo estaba muy nerviosa, pero a la vez contenta porque vería a Gee. Me fui a dormir temprano, así despertaba con muchas energías.
 El lunes por la mañana desperté con los nervios hasta los pelos. El primer día de clases siempre era espantoso, pero en una nueva escuela era mucho peor. Me puse mi remera de Ramones y unos jeans gastados. Bajé las escaleras y tomé un desayuno rápido con papá. También era su primer día de trabajo. Él era abogado.
 Me despedí de papá y caminé hacia la escuela. ¿Sería todo como Gerard me lo había descrito? Seguramente que sí, él no me mentiría. Una fuerza inexplicable me hacía confiar en él, tal vez por el hecho de que era la única persona que conocía que había sido víctima del abuso escolar. Al entrar en la escuela ya pude captar el ambiente tenso. La mayoría me miraba extraño por llevar mi remera de Ramones. Traté de no prestarles atención y reprimí el llanto. Esas personas ni siquiera me conocían y ya estaban mirándome mal. Me dirigí a mi casillero tratando de despejar mi mente. Cuando logré abrirlo una mano masculina lo cerró de golpe. Un chico alto, musculoso y con evidente fuerza me estaba mirando con desafío.
- ¿Quién eres, preciosa? - dijo tomándome del mentón. Yo retiré mi cara de su mano y volví a abrir mi casillero, sin molestarme en contestarle. Él volvió a cerrarlo con su fuerza - A ver si nos entendemos. Yo soy Austin MacCandless, capitán del equipo de fútbol - miré su ropa, y en efecto, era el líder del equipo - y el más popular de toda la escuela. Tienes potencial, eres muy bonita. Si te quitaras esa ropa asquerosa podrías entrar al equipo de porristas sin ningún problema.
- ¿Y sino? - pregunté resignada. Había pasado por esta situación más de una vez.
- No será muy linda tu estadía en la escuela, aquí hay una especie de código de etiqueta, y esa camiseta tuya no lo está respetando.
- Mira, no me importa lo que pienses de cómo me visto - le contesté tranquilamente - A mí me gusta ser así. Sigue con tu vida, y yo con la mía, que aqui vengo a estudiar, no a hacer sociales. ¿Te parece que podemos estar en paz?
- Si no te quitas esa remera voy a tener que quitártela yo - se inclinó y comenzó a besarme, mientras por la fuerza me tomaba por la cintura y ponía sus manos debajo de mi camiseta. Yo pataleaba y gritaba, pero él era muy fuerte, y los chicos que estaban presenciando la escena no hacían más que alentarlo o reírse.
 De repente no sentí más sus brazos y vi que alguien lo apartaba de mí.
- ¡Déjala en paz, Austin! - gritó Gerard empujándolo.

( F i n  d e l  C a p í t u l o 3 )

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