miércoles, 14 de diciembre de 2011

~ The Only Hope For Me Is You ~ (Gerard Way Fanfic)

~ Capítulo 4: La nueva escuela ~

(  N a r r a  M a c y  )

 - ¿Quién te crees que eres, Way? ¿Crees que puedes vencerme? ¡Soy más fuerte que tú!
 A esta altura toda la escuela estaba viendo la pelea. Al parecer no era muy común que Gee se revelara. Lo tomé por el hombro y le susurré que no era necesario que hiciera nada. Él no me prestó atención y siguió peleando con Austin.
- Ella no tiene por qué soportarte a ti, ¿te parece de hombre agarrarla por la fuerza y empezar a tocarla de esa for...? - Gerard no pudo terminar su frase, Austin le dio un puñetazo en la boca. Gee estaba sangrando.
 Hay momentos en los que uno reacciona sin siquiera darse cuenta, momentos en los que uno hace cosas que nunca en la vida hubiera creído que se atravería a hacer. Y eso hice yo. Gerard y Austin ya habían pasado a los golpes físicos, y si bien Gee había lastimado a Austin, él había lastimado a Gee el doble. Avancé hasta el lugar de la pelea y los separé con fuerza, me avalancé sobre Austin con una fuerza sobrenatural interior y le pegué un puñetazo en el rostro, después de eso lo escupí.
- ¡¿Qué está pasando aquí?! - una señora de unos cuarenta años, aunque muy bien de físico y cutis, vestida formalmente y con una expresión de enojo se presentó ante nosotros. Todos los que estaban presenciando la pelea callaron e intercambiaron miradas de miedo. La psicóloga. Ya la conocía, una semana antes había viajado a Belleville para tener una charla con ella. No fue muy profunda, ni alcancé a contarle los problemas que tenía en mi anterior escuela.
- Señorita Deville - susurró Gee sorprendido - No le diga nada a Macy, fue mi culpa.
- No, señorita Deville, la que debe disculparse soy yo. Gee sólo me defendió.
- ¿Gee? ¿Tratas a Way con un apodo a pocos días de conocerlo? Eso no se ve todos los días. - dijo una vez que estuvimos las dos solas en su despacho. - ¿Qué sucedió, Macy? Los directivos de tu antrior escuela dijeron que tenías un comportamiento excepcional, ¿te cuesta adaptarte aquí?
- Sí, pero no porque haya algo mal en mí... Austin trató de quitarme la remera y comenzó a besarme, y nadie se molestó en defenderme. Gerard vino a defenderme y empezó a pelearse con Austin, pero fue MacCandless el que dio el primer puñetazo. Y yo... no sé qué me pasó... nunca hubiera querido pegarle a nadie, ni siquiera a Austin, pero... ¡sucedió! - me dejé caer sobre la silla del despacho de la psicóloga. Ella me escuchaba con atención.
- Escucha, Macy, como eres una buena chica y actuaste en consecuencia no voy a contarle al director ni a nadie sobre esto, pero en lo que es a Way y MacCandless... suelen meterse en problemas, no puedo dejarles pasar esta, sobre todo a MacCandless.
- ¡Por favor no le haga nada a Gerard! - le supliqué - ¡Él sólo lo hizo por protegerme!
- Veré que puedo hacer - la señorita Deville me guiñó un ojo. Era una buena mujer. - Lo único que puedo asegurarte es que el castigo de Austin será más duro.
- ¡Gracias, señorita Deville!
- No tienes por qué agradecerme, Macy. Va a ser mejor si vas yendo a la enfermería. Way debes estar ahí y no le vendría mal un poco de compañía, ¿no crees?
- Sí, debe sentirse algo confundido.
 Salí de la oficina de la señorita Deville y corrí hacia la enfermería. Quería verlo, no podía soportar la idea de que esa rata de Austin lo hubiera lastimado. Cuando por fin llegué lo encontré solo en una camilla. No había nadie más, sólo él y yo.
- ¿Macy? - preguntó algo confundido.
- ¡Gerard! - grité y me lancé sobre él. - Lo lamento - le susurré mientras lo abrazaba. - Todo fue por mi culpa.
- No, no digas eso. - dijo acariciándome el cabello - La culpa fue toda de Austin.
- Hablando de él - dije levantándome de su camilla y agarrando una silla - ¿dónde está? ¿Ya lo asistieron?
- En realidad su madre vino a buscarlo...
- Qué perdedor. - dije.
- Ni lo menciones. ¡Ay! - Gerard se tocó la frente, al parecer le dolía allí.
- ¿Te duele? - pregunté. - ¿Dónde está la enfermera?
- No lo sé, se fue y me dijo que la esperara, pero hace como quince minutos que no aparece.
- Entonces veré qué puedo hacer yo. Debe haber algo en este botiquín que pueda ayudarme - me levanté de la silla hasta que encontré agua oxigenada. - Esto va a ayudarte.
 Con un poco de algodón le puse agua oxigenada en la herida que tenía en la frente. Empezó a quejarse un poco.
- ¡Hey, Gerard! ¡Te puse agua oxigenada, no alcohol!
- ¡No importa, a mí me duele igual!
- ¡Eres extremadamente quejoso, Gerard Way!
- ¡Y tú eres una psicópata que disfruta con dolores ajenos!
 Empezamos a reir y yo, sin darme cuenta, seguí sujetando su rostro a pesar de que ya le había curado la herida. Me quedé mirando su perfecto rostro, en especial sus hermosos ojos verdes. Era un verde especial, no llegaba a ser ese verde intenso de los galanes de películas, era un verde muy particular y extraño, pero el más hermoso que hubiera visto. Yo tenía ojos celestes. Si tuviéramos hijos tendrían ojos claros... ¿por qué me surgía ese pensamiento?

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